Los vinos del silencio
Entonces era Invierno y yo tenía menos años.
Inseguro de poder trabar torpes trampas al tiempo
me hablabas
como el personaje perfecto de una hermosa noche.
Y sin embargo te era difícil ya alzar la mirada al cielo
como quien brinda con la última copa de su gloria
y no entender cómo luce siempre tras lo amado
una trágica quimera.
Mirabas al espejo del ocaso,
y herido, maldecías a la arena del Tiempo
para que no extinguiera nunca en mí
ese fuego sin miedo de mis ojos.
Ahora,
-aún joven pero ya sin tanta ternura-
hoy que también las brumas cultivo
yo por tí regreso a ese silencio sin sombras
en que mis pasiones crepitan como las últimas támaras,
y escribo de ese tu miedo que no creí entonces
mi más profunda elegía.